Al otro ángel que nos cuida, por estar pendiente de hasta cuando pestañea mi mamá.

A los artistas del Circo del Sol, por volar y hacer volar a otros. 

Mi papá adoptivo compró boletas hace unos meses para el Circo del Sol -el espectáculo llamado Corteo- en Bogotá.

Cuando llegaron anoche, mi mamá, con los ojos húmedos, brillantes, y una tímida sonrisa en la cara, me contó que, para su sorpresa, toda la trama giraba en torno a mi papá Steven: se trataba del funeral de un payaso igual de tierno, divertido, y sensible que él… Hasta tenía el cabello crespo.

Al principio, cuando criaturas aladas lo levantaban por los aires quería que aterrizaran su cama, con él a bordo, de vuelta en el suelo, en el mundo conocido. Luego, con algunas reticencias, aprendía a volar como ellos para poder entrar en su mundo de magia, fantasía y color; recordaba su infancia y, poco a poco, iba forjando su nueva personalidad, su personalidad como ángel que, al final de la función, se pierde en el cielo sobre una bicicleta mientras sus seres queridos agitan pañuelos de colores desde abajo, felices de haberlo conocido.

Tengo una teoría que no está demostrada científicamente ante notario, pero que les presento en primicia y exclusiva, como hiciera Galileo con su ocurrencia de que la tierra tiene la forma de mi pelota, aunque se aprecie a simple vista que es plana, como el plato de comida: con montañas -trozos de carne-, piedras -avena, lentejas o arroz-, desiertos -mi pastilla de vitaminas desmenuzada, ya que no como verdura ni aunque me amenacen con bañarme-, y lagos en forma de sopa.

Si de verdad mi papá Steven es un ángel, como aseveraría cualquiera que pasara cinco minutos con él, es cuestión de tiempo que vuelva a estar entre nosotros convertido en «ángel-perro», para alegrar la vida de aquellos que se crucen en su camino, y mostrar, de manera más empírica si cabe, lo que fueron sus valores como bípedo: vivir en el presente; mostrar que la visión de tu familia y tus amigos es lo mejor que te puede pasar; amar sin rencores ni condiciones; ser leal; proteger a tus seres queridos; sonreír mostrando todos los dientes; superarse; tener una paciencia infinita; seguir los instintos o -traducido al lenguaje humano- la intuición; escuchar y acompañar; relacionarte con tus semejantes sin fijarte en el sexo, color, tamaño, raza, o número de patas que tengas; marcar el terreno con un gruñido si fuera necesario, sin llegar a emplear la violencia; disfrutar de la naturaleza; relajarse; sentir la lengua al viento, antes sentado sobre su bicicleta, ahora corriendo sobre la hierba.

En definitiva, la misión de mi papá es inspirar a las personas para que se conviertan en héroes, en seres excepcionales como él.

Imagino que tendrá el pelaje dorado, como antes, quizás tendente a mechudo y/o crespo.

Les encomio, por tanto, a que mantengan los ojos bien abiertos.

 

Si ven algún amigo con este aspecto, acarícienlo con mucho cariño, denle suaves golpecitos en la cabeza, mírenlo al fondo de los ojos, sientan la energía cálida, alegre y tranquila que emana, e invítenlo a correr y jugar…

… Podría ser mi papá.