Chascarrillos veterinarios · Una historia de amor

Mi mejor cara

Esta soy yo recibiendo a mi mamá en el aeropuerto, después de arrastrar a mis abuelitos por toda la Terminal:

Todos se quejan de que, desde que entré en sus vidas, los recibimientos no son lo que eran, echarse llorando a los brazos del otro y tal… Ahora primero hay que saludar a la perra. En realidad yo sólo hago lo que haría cualquiera y simplemente no me responsabilizo si te destrozo los brazos y las piernas por ponerte en mi camino. Si quieres pasar delante de mi es tan fácil como dejarte crecer las uñas.

Como ven soy una perra altamente entusiasta en las bienvenidas, capaz de hacer la competencia a toda una papayera o una banda de mariachis. Por eso les pido que no vayan a correr la voz… Porque a esa gente le buscamos la ruina. Y yo me expongo a que, en venganza, quieran romperme las tres piernas que me quedan.

En estos días también di otra bienvenida, ésta completamente inesperada. Se trata de Lucrecia, mi nueva hermana y compañera de piso. Lucrecia vivía con una vecina que la tenía completamente descuidada. Un día la chica con la que compartimos el apartamento la encontró perdida, vagando por los pasillos de nuestro edificio. Cuando se la entregó ella le preguntó si no la quería adoptar. Lo pensó unos días y finalmente el fin de semana fue a recogerla.

Debido a mi querencia a defender mi territorio de cuando ser vivo que ose franquearlo, planearon nuestro primer encuentro con mucho mimo. Tenía que tener lugar necesariamente fuera de la casa. El día “L”, de Lucrecia, mi mamá llamó a su amiga por teléfono.

-Ya estamos abajo-.

Ella al otro lado del dispositivo:

-Entendido, corto y cierro-.

Mientras Lu intentaba bajar los enormes peldaños que conducen al ascensor con sus patas de medio palmo, nosotras avanzábamos inexorablemente hacia ellas en la pequeña cabina propulsaba por una polea y electricidad.

Contra todo pronóstico, después de echarle una breve olisqueada, pasé de largo, ignorándola olímpicamente, para detenerme frente la puerta de casa moviendo la cola señalizando que, después de pasar todo el día corriendo por el Simón Bolívar -y, las últimas horas, escondida en un parqueadero mientras mis papás compraban una silla de oficina para que mi mamá escriba sin que le duela la espalda-, lo que más me interesaba era comer.

Lucrecia tuvo una reacción más sorprendente todavía: al ver salir del ascensor una nariz y boca descomunales aproximándose hacia ella, en lugar de ponerse a jugar y saltar, como todos esperaban, lo que hizo fue huir aullando despavorida.

Más o menos así:

Y eso que no le puse mi mejor cara…

fuente: acmecuyo.com.ar

Ello me hace aventurar otra de mis tesis no demostrada científicamente ante notario pero que, en mi opinión, resulta la más convincente:

Lucrecia es una marciana.

Las pruebas de ello son varias y, a mi juicio, irrefutables. En primer lugar parece no haber visto nunca una perra adulta, lo que apunta a que no tuvo madre terrícola. Además tiene un color y unas proporciones –cuello largo, cabeza grande, barrigona- sospechosamente parecidas a aquel otro marciano que se hizo tan famoso en los 80, aunque ET, seguramente porque no vivía en Bogotá, a casi 3000 metros de altura, no tenía pelo.  Su especie, sin embargo, parece haber evolucionado considerablemente desde entonces: las antenas de las nuevas generaciones tienen forma de oreja parabólica en lugar de dedo, por lo que les deja plena libertad de movimiento.

acmecuyo.com.ar

La primera foto en la historia en la que no sale movida: intento núm. 9
Intento núm. 12: la primera foto en la historia en la que no sale movida (seguramente su campo electromagnético no lo permita)

Asimismo Lucrecia es capaz de saltar con sus cuatro patas a la vez alcanzando alturas vertiginosas. Se mueve a la velocidad de la luz, de modo que, cuando se escapa a la terraza, ni siquiera tres humanos con capaces de cogerla. Y, por si fuera poco, además de agudos ladridos y divertidos gruñidos, emite unos sonidos similares a los de una pelota de plástico, que no son de este mundo.

Además de eso, y seguramente fruto del cambio de la estratosfera a la atmósfera, Lucrecia tiene más hongos que un queso francés, por lo que tiene las patas traseras completamente peladas.

Por ese motivo desde que llegó, y hasta nueva orden, vivo confinada en mi cuarto, no sea que me vaya a contagiar, y yo a su vez contagie a mis amigos del parque, y ellos a su vez a sus amigos de la guardería y del campo, y acabemos creando una epidemia a nivel mundial. Y así de paso no se contagia ella de la infección en los ojos que me da a menudo cuando cambio de clima, y evitamos otra pandemia.

Mientras tanto Lucrecia campa a sus anchas por toda la casa haciendo chichí y popó donde le place, incluso encima de la mesa; deteniendo sus carreras para rascarse por todas partes; arrastrando sus juguetes que, por el momento, casi son más grandes que ella; y comiéndose las plantas, las bolsas de basura, e incluso mis pipetas antipulgas, una vez que –con sus poderes paranormales- consigue bajar la chaqueta de mi mamá del respaldo de la silla y sacarla del bolsillo. Todo esto ocurre, obviamente, cuando no hay nadie en casa. Ahora, sin embargo, duerme plácidamente en su regazo mientras yo le dicto.

La idea es que no vaya a hacer todo eso en su cuarto, cuyo piso es de tapete.

En realidad el aislamiento no me importa, ya que en casa me confundo con los muebles, y no me muevo de mi puesto junto a la cama de mi mamá hasta que llega, por lo que, la única diferencia con un día normal, es que la puerta de mi cuarto está cerrada en lugar de abierta. Además Lucrecia todavía es pequeña y, como todavía está algo débil, ya que en la primera casa en la que aterrizó no la cuidaban, no tiene sus vacunas, por lo que aún no puede corretear por el parque, ni por el campus de la Universidad Nacional, ni por toda la ciudad de Bogotá, ni por toda Colombia, ni por todo el mundo, como hago yo.

Para ya verás ya, ya verás qué chimba, qué alucine, cuando, en un par de semanas, les presente a todos los amigos en el parque a mi nueva hermana del espacio sideral…

 

 

 

7 comentarios sobre “Mi mejor cara

  1. Linda hermosa,
    Hace días no leía tus aventuras, hoy me puse al día! Qué emocionante el video del reencuentro con tu mamá.
    Me alegra que hayas pasado unas felices vacaciones veraniegas con los abuelos y que estés de regreso. Pórtate bien con tu hermanita y enséñale a no dar rienda suelta a «sus bajos instintos» por toda la casa!
    Un rasca-panza para ti.

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    1. Hola Jimena, qué alegría saber de ti de nuevo 😀

      Mi hermanita… Intento seguir tus consejos pero no me hace caso. Yo creo que no me entiende: ¿no ves que es una marciana? 😉

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