Una historia de amor

Adiós, Lucrecia

Lucrecia, por lo que no es de este planeta, no entiende español.

-¡Venga, preciosa!- dice mi mamá sosteniendo su diminuto collar en alto para que entienda que vamos a la calle y… siempre soy yo quien aterriza, con la precisión de un reloj suizo, bajo sus rodillas, mientras ella da sus famosos saltos de conejo, con mi juguete en la boca, en la otra dirección.

-¡Venga, princesa!- insiste, depositando su cama en miniatura en nuestro cuarto cuando su mamá se retrasa en el trabajo, para que no esté solita, y… soy yo quien corre a encogerse, en un ovillo diminuto, sobre ella, haciendo rodar a la interesada por el piso en mi ímpetu por seguir las instrucciones de mi mamá al pie de la letra.

En calidad de hermana mayor y terrícola conocedora del terreno, fui la encargada de llevar su correa, que ataban a mi collar cuando íbamos al parque, hasta que descubrieron a Lucrecia haciendo acrobacias en el aire cuando yo salía al galope para jugar con un amigo de mi tamaño, por lo que decidieron limitar mis competencias de guarda y custodia a enganchármela en la pata cuando entran en los comercios para hacer mercado.

En la puerta damos un espectáculo sin igual: Lucrecia emite aullidos desgarradores intentando zafarse, mientras yo miro al frente en posición de esfinge, haciendo ver que ese personaje peludo con bigote, pestañas kilométricas y orejas parabólicas que se arroja extendiendo las manitos sobre todo el que sale, particularmente sobre los niños, no tiene ninguna relación conmigo…

Pero eso no es nada comparado con el número circense que protagonizamos una vez salen a recogernos: con la emoción del momento yo me abalanzo sobre Lucrecia dando manotazos con mis patas delanteras mientras ella se bota al piso en su famosa posición de “manos arriba, esto es un atraco” que pone para librarse de los regaños. Entonces yo le mordisqueo el cuello y las patitas y, en cuanto me separo, se abalanza sobre mí emitiendo unos gruñidos de ataque que provocan las carcajadas de todos los transeúntes del parque… hasta que hago ademán de perseguirla y vuelve a hacerse la muerta, con las orejas paradas por efecto de la ley de la gravedad.

Con el paso de los días y los meses descubrí su gran secreto: su misión en la tierra consiste en buscar información confidencial contenida en los rollos de papel higiénico y en los cuadernos de notas de mi mamá. Tengo fundadas sospechas porque, cuando estamos las dos en la casa, disimula perfectamente pasando el tiempo echada tranquilamente a mi lado imitando mi postura, con el fin de camuflarse mejor en su actual forma de perro, o mordisqueando alguno de sus miles de juguetes esparcidos por el piso…

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Lucrecia tiene, igual que los Rotweiler, doble hilera de dientes... Seguramente sus congéneres unificaron las características de diferentes razas de perro a la hora de enviarla a la tierra
Lucrecia tiene, igual que los Rottweiler, doble hilera de dientes… Seguramente sus superiores se inspiraron en diferentes ejemplares caninos para caracterizarla antes de enviarla a la tierra

Sus actividades investigatorias solo se desarrollan en las pocas ocasiones en las que se queda sola en la casa. Mi mamá, que ya tiene la mosca detrás de la oreja, cuando llega no la saluda hasta hacer un reconocimiento de todas las piezas y cuartos de baño para, una vez comprobado que sus secretos están a salvo, felicitarla efusivamente:

-!Muy bien, Lu! ¡¡¡Muy bien!!!-, exclama, mientras la espía salta, emocionada, en sus brazos, lamiéndole la cara.

Sin embargo sus superiores parecen haberla dotado de poderes hipnotizantes, de manera que va rebasando barreras progresivamente: de no permitir que entrara a su cuarto para que yo tuviera un reducto de tranquilidad, el otro día acabamos viendo las tres una película de un perro llamado Max parecido a mí, y ¡acabó subida a la cama de mi mamá y durmiendo sobre sus piernas!

-¿No ves que es un bebé?- argumentó mi mamá ante mi mirada interrogativa. Ya me dirás qué se puede argumentar contra eso…

Entonces me pegué lo máximo que pude al colchón y puse mi cabeza y mis patas delanteras igualmente sobre sus extremidades inferiores. Como te puedes imaginar a los pocos minutos ya no tenía circulación sanguínea en ellas pero me daba igual… ¡yo también quería estar a bordo!

Por lo demás, cada vez que mi mamá se sienta en su escritorio, Lu trepa a su regazo dormitando en él por horas, aunque yo creo que en realidad está es actuando de canal, transmitiendo sensibles informaciones del computador a sus superiores a través de las vibraciones producidas por la presión de las teclas.

De todas formas lamento comunicar a la nave nodriza de Lucrecia que se agotó el tiempo para lograr su objetivo.

¿¿¿Y eso por qué??? te preguntarás, temblando de la intriga.

Pues porque la dueña del apartamento lo reclama como vivienda propia por lo que la mamá de Lucrecia encontró una casa nueva y nosotras no buscaremos un lugar fijo hasta que comience el nuevo semestre en la Universidad… de modo que los caminos de nuestras mamás y, por ende, los nuestros, se separan por siempre jamás.

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El equipaje de Lucrecia, que para ser marciana y pequeña tiene más corotos que muchos terrícolas de dos y cuatro patas
El equipaje de Lucrecia: los marcianos jóvenes necesitan más juguetes para vivir que un terrícola normal.

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… O, al menos, hasta el próximo día que nos encontremos para pasear por el parque.

4 comentarios sobre “Adiós, Lucrecia

  1. Turururu en 😦 se van a extrañar. Ojalá puedan hacer concesiones con los mandos altos de la nave nodriza para que puedan seguir compartiendo aventuras. Ups perdón investigaciones del tercer tipo jijijiji

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    1. Hola Andrea,

      efectivamente, ya no concibo la vida sin tener una bola peluda que intenta subírseme encima cada vez que escucha el tintinear de mi placa… Y Lucrecia tendrá serias dificultades de adaptación al entorno sin un modelo canino en forma de hermana mayor. Auguro que su nueva casa pronto parecerá un campo de batalla, lo que hará que se despiste del objeto de su investigación, por lo que seguramente desde su nave nos conecten de alguna manera insondable en el futuro.

      Te mando un gran lametón 😛

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  2. ¡Yo sabía! Me acordé en el post que presentarte a Lucrecia que había un asunto con la vivienda jajajaja Estoy segura que se verán pronto… lo único es que a donde vaya tendrá papel higiénico para su investigación pero los cuadernos de tu mami ¡no! Pobre le quedará inconcluso su trabajo 😛

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    1. Efectivamente Isa, diste en el clavo… Seguramente sus superiores ya están barajando esta circunstancia y favorecerán un encuentro cercano para que pueda destrozar los cuadernos de mi mamá a la búsqueda del resto de la información.

      Les mando a Dino y a ti un gran lametón 😛 😛

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