Chascarrillos veterinarios

¿Adiós, pata de palo?

Como no todo puede ser bueno en esta vida, además de grandes proyectos y sorpresas, tengo una nueva veterinaria que me envió mi papá Steven.

Sé que fue él porque, cuando Estefanía leyó mi blog, nos contó que su hermano y él habían sido amigos en la Universidad. Ello explica, además, que mi mamá orientara sus pasos hasta una de las Clínicas de tortura de nuestro antiguo barrio por la que nunca se había interesado hasta entonces y que, en lugar de desaparecer, una vez hubo comprado mi pipeta antigarrapatas, rumbo al parque, entablara una conversación de más de dos horas con la chica menuda y sonriente que salió de detrás del mostrador.

Mi mamá quedó fascinada de que supiera tantas cosas de mí sin siquiera conocerme.

¿Para tanto da el estado de salud de ese “pobre animal”? Te preguntarás, con el corazón encogido y lágrimas en los ojos…

Da para eso y mucho más, ya que al día siguiente volvimos a hacerle visita por otras dos horas para hablar de mi caso. El mismo tiempo que yo pasé sentada, demostrativamente, frente a la puerta, regresando junto a la silla materna de cuando a cuando para, rozándole la mano con mi telescópica nariz, pedirle, con mi mejor cara de «pobre de mí», que nos fuéramos… Y eso que todavía Estefanía no me había puesto una garra encima.

Eso ocurrió en la tercera visita que duró, como dicen los poetas, una “eternidad”.

Con seis veterinarios a mis torcidas espaldas mi mamá podría obtener el Doctorado Honoris Causa en Medicina animal. Además de conocer muchas de dolencias más y menos habituales de los de mi especie, maneja los latinajos casi a la perfección, y es capaz de desgranar, mano a mano con mi nueva doctora, conceptos indescifrables, cifras y todos los diagnósticos que tuve desde que se descubrió que hay vida en el planeta Tierra.

Los hallazgos, a raíz de los análisis de sangre que siguieron, fueron sorpresivos… y no precisamente sexys.

El primero es que llevo deshidratada por años, exactamente el mismo tiempo que mi mamá llevaba manteniendo con los expertos el siguiente diálogo:

-Otra cosa… la perrita no toma casi agua-.

-No se preocupe, ellos toman lo que necesitan-.

-Pero es que ella no toma nunca, pasan días sin que se acerque a la coquita-.

-Los animales se hidratan también a través de los alimentos-.

Sólo le quedaba, entonces, alegrarse porque tenía menos que cargar en nuestros paseos, pensaba ingenuamente.

Eso, sin embargo, y como nos contó Estefanía, no es exactamente así.

Al parecer, el tiempo que pasé en la bomba sin comer y sin beber mi organismo mutó en el de un dromedario, reduciendo el consumo de agua al mínimo imprescindible para sobrevivir. Debido a esta aversión, tan mía, al líquido elemento, las toxinas que debí eliminar por la orina pasaron a mi sangre, produciéndome una lesión en el hígado y en el riñón de grado 1 (en una medida de 1 a 4, siendo 4 insuficiencia renal o hepática).

Por eso, a partir de ahora tengo que comer concentrado para pacientes renales, por lo que aquello de viajar ligeras de equipaje pasó a la historia. Además tengo que tomar diurético por un tiempo. Por eso no te sorprendas si voy a tu casa y mi mamá saca un tremendo paquete de paños absorbentes para entrenamiento de cachorros de su cartera… junto con la cama King Size que, por fin, me compró (no hay mal que por bien no venga), ya que no hay piso que resista los efectos de mi tratamiento.

El segundo descubrimiento fue que, por la misma razón, mi estómago no absorbe bien los nutrientes, ya que la falta de uso hizo que se secaran los hilitos encargados de esa función. Por eso es que mi mamá a veces se olvida de sacar bolsitas y tiene que pedirlas en las tiendas, ya que, a diferencia de lo que ocurre con el resto de mis compañeros, en mi caso nunca se sabe cuándo voy a dar rienda suelta a la expresión de mi arte: puede ser dos veces al día, y no volver a inspirarme hasta tres días más tarde.

El tercero es que, además de dolor e hipersensibilidad en algunas zonas de mi espalda -y falta de sensibilidad y reflejos retardados en las patas-, ya acuso enfermedad articular degenerativa en la que está suelta… a la tierna edad de tres o cuatro años. Eso no sólo me augura una vejez complicada, lo que puedes incluso sospechar al ver cómo me paro -arrastrando un poquito el trasero por el piso antes de lograr incorporarme-, sino también la posibilidad de desarrollar un cáncer de hueso: un osteosarcoma, para que me entiendas bien.

En definitiva, la incontinencia es el menor de mis problemas.

Desde hoy mi mamá tiene que incrustarme en el fondo de la garganta varias pepas homeopáticas al día con el fin de retrasar el deterioro óseo y disminuir mis dolores. A mí el fin a mí me parece muy noble pero… ¿Tu crees que recordará cuál suministrarme cada 12 horas? ¿Cuál cada 24? ¿Cuál cada 8?

Y… ¿tú eres tan cándido para pensar que yo me las tragaré?

Quizás haya una posibilidad de librarnos de las luchas de sumo entre una candorosa criatura y una bestia (la bestia es mi mamá) hasta el fin de mis días operándome para extraer la cabeza del fémur, de modo que los huesos no se rocen.

¿¿¿Te imaginas???

Yo pasando de nuevo por un quirófano, pese a sufrir de problemas en la sangre que dificultarían mi recuperación, en estado de inmovilidad por meses, y aprendiendo a caminar de nuevo… Me libraría del carrito para arrastrarme cuando sea una abuela, perdería mi característico e irresistible tumbao de pirata con pata de palo,  y, lo más increíble de todo…

¡No necesitaría gabán para pasear por el mundo de incógnito!

No sabes cómo lamento tener que decirte esto pero me temo que…

Continuará

6 comentarios sobre “¿Adiós, pata de palo?

  1. Preciosa definitivamente la decisión que tome tu mami será la correcta porque lo hace con el corazón y pensando en tu bienestar. No te alegra que aún existan alternativas? 🙂

    Me gusta

    1. Querida Mile,

      muchas gracias por escribirme 😀 Aunque los veterinarios sean seres tan nocivos para el medio ambiente entiendo, porque mi mamá se esfuerza en explicármelo mucho, que todo esto de los análisis, de darme golpecitos, de estirarme y retorcerme las patas y de traspasarme el cuerpo con rayos X lo hacen por mi bien. Yo, la verdad, podría vivir perfectamente sin todo eso, pero si a ella le hace ilusión tener alternativas para librarme del carrito pues yo le sigo la corriente… 😉 🙂

      Mi mamá te manda un abrazo y yo un gran lametón 😛

      Me gusta

  2. Dile a mami que intruduzca las pildoras dentro de alimentos que te gustan… ejm. Salchichita. Y veras qye ni cuentas te das. Guacharaquita… y mientras inicias este larguito camino estas rodeada de un inmenso amor. Saludos desde Venezuela.

    Me gusta

    1. Querida Monics,

      muchas gracias por tus cariñosas palabras y por tu consejo. Con él nos remontamos a los primeros meses en los que tenía que tomar tanta droga (varios desparasitantes, antibiótico, vitaminas y ya no recuerdo cuántas cosas más) que mi mamá hacia justo eso… Hasta que me di cuenta.

      Entonces desenrollaba el jamón y escupía la pepa.

      Luego probó a incrustarlo en un trozo de pan o de carne. Masticaba todo y, pasados unos segundos cuando ya pensaba que se había salido con la suya, botaba la pepa.

      Soy toda una artista del «escupismo».

      Todas estas terroríficas historias y mucho más te las cuento muy pronto en mi libro «La vida es Linda», que esperamos que ya pronto esté en la calle y lo puedas leer 😀

      PD: ¡Te recomiendo que no vayas a dejar que caiga en las patas de tu perro porque puede aprender mis mañas y con eso ya serían dos mamás haciendo luchas de sumo en lugar de una!

      Mi mamá también te da las gracias y te envía un abrazo grande hasta Venezuela, y yo un gran lametón en la nariz 😛

      Me gusta

  3. Linda nos queda apoyarte con la oración, para que Dios y los angelitos iluminen a tu mamá y a los médicos que te tratan. Te acompañamos desde el corazón. Saludo especial de Roquito el pug, que es un gran admirador de tus historias.

    Me gusta

    1. Querida Aida, querido Roquito,

      muchas gracias por escribirme, por acompañarme en mis aventuras y desventuras, y también por las cariñosas palabras, la calidez y los buenos deseos que me hacen llegar. Roquito tiene cara de intelectual en esa foto, y de ser un tipo bien elegante, seguro por eso le gustan mis historias.

      Les mando a los dos un gran abrazo de parte de mi mamá y un lametón en la nariz de mi parte 😛

      PD: Espero que tu nariz sea más fácil de encontrar que la de Roquito 😀

      Me gusta

Deja un comentario