Una historia de amor

El lado oscuro

Eco, un cruce de french poodle con raza única, de unos siete kilos de peso, pelo gris y ojos amarillentos, estaba sentado en lo alto de la colina.

En ese momento pasó Hurón, trotando, por delante. Hurón es un cruce de labrador con raza única, que representa lo que técnicamente se conoce como un gamín de tiempo completo -es decir, alguien capaz de romper la puerta de la cocina de un cabezazo, capaz de colarse en una carpa para robar los embutidos que las novias envían a la tropa cuando se encuentran de maniobras en el monte, capaz de comerse el mercado guardado en el baúl de un carro, y capaz de arrollar a mi mamá y de hacerle añicos la maleta al saludarla con todo su cariño… y con todo el impulso de sus ochenta libras de peso.

Eco lo gruñó… sin complejos. Una característica muy nuestra es que no nos miramos al espejo, por lo que no tenemos conciencia de nuestro tamaño. De hecho, mi hermana marciana Lucrecia atacaba su reflejo cuando entrábamos en la droguería. Hurón respondió y, en cuestión de segundos…

Mi mamá se dirigió hacia el punto de donde surgían el revuelo a la velocidad que permitían sus dos piernas sobre el pasto irregular, gritando con todas sus fuerzas -¡No! ¡Hurón! ¡¡¡¡¡¡¡¡¡Noooooooooooooooooooooooooooo!!!!!!-, mientras yo corría con mis cuatro patas a ponerme a distancia prudencial, sobre una atalaya.

La vi desaparecer tras la colina repartiendo patadas. Al aproximarme tras ella la vi perder el equilibrio y hasta el aliento frente a la escena que se reproducía ante sus atónitos y horrorizados ojos: siete perros, capitaneados por Hurón, se ensañaban a dentelladas sobre el cuerpo de Eco, con la firme intención de despedazarlo.

Con su ojo amarillo desorbitado dirigido hacia ella emitía leves chillidos, mientras intentaba zafarse de la muerte, cada vez más torpemente.

No había nada que hacer; los perros, inmersos en su ritual de sangre, lo arrastraban colina abajo gruñendo como posesos, clavándole los colmillos, también en el cuello, con saña.

El ojo amarillo seguía clavado en ella. Sin apenas aire en los pulmones se avalanzó de nuevo sobre ellos, golpeando a la ingente masa, con piernas y puños, sintiendo cómo la abandonaban las fuerzas en esa desproporcionada lucha de una mujer frente siete descendientes de lobo dando rienda suelta a sus más bajos instintos en manada.

-¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!!-.

Agotada, temblando, sin resuello, dio a Eco por perdido.

El ojo amarillo seguía clavado en ella. Una fuerza sobrehumana le llevó luchar de nuevo. En un segundo libre de dentelladas logró protegerlo con sus brazos y, al intentar alzarlo, las mandíbulas ansiosas se lo arrebataron y siguieron arrastrándolo colina abajo.

Ya tendría que estar muerto. Es imposible que sobreviviera a un ataque encarnizado, desde tantos frentes, por perros grandes, mucho más grandes que él, que se prolongaba por casi diez minutos…

Su cuerpo cada vez más rígido, más ensangrentado, más desgarrado, más vapuleado, hacía rato no se resistía. Pero el ojo amarillo seguía clavado en ella.

Con una determinación irreflexiva, la misma que le llevó a sacarme de la gasolinera y de la camilla del veterinario que dictaminó sacrificarme, mi mamá se lanzó colina abajo como una auténtica furia y, pese a carecer de pelos, garras y dientes, en otro segundo de calma que logró a fuerza de golpear a diestro y siniestro, cubrió el cuerpo de Eco con el suyo cubriéndose, a su vez, la cabeza con las manos, confiando en que los perros la respetaran, incluso en esas circunstancias.

Lo alzó en sus brazos sintiendo cómo le ardía el pecho y las piernas. Penosamente se dirigió al camino bramando y repartiendo patadas, enfurecida, cada vez que uno saltaba sobre ella. Cuando lograban morderle alguna de las patas colgantes mi mamá intentada subirlo, a fuerza de bíceps, fuera de su alcance. El camino, a escasos doscientos metros, parecía encontrarse a kilómetros de distancia.

Casi sin poder moverse fue poniendo un pie tras otro… hasta que logró llegar a él.

Con grandes gotas de sudor corriendo por su frente y jadeando en su búsqueda de aire, miraba en torno desolada, al comprobar que no había nadie que pudiera tomarle el relevo con ese pedazo de carne, todavía caliente, que se le resbalaba de los brazos exponiéndose a caer en las fauces abiertas en torno suyo. Solo una moto transitaba por una pista demasiado alejada.

Apretando los dientes emprendió una lenta marcha, gritando desesperada.

Sólo una vez que alcanzó la puerta, varias personas acudieron en su ayuda. Ella corrió a despojarse de sus ropas impregnadas de sangre, sudor, saliva y del intenso olor penetrante del miedo que emanaba del perro.

Sobre la mesa cubierta con papel de periódico, el veterinario remendaba su cuerpecito, convertido en colador, cada vez más hinchado. Algunas dentelladas necesitaron hasta cuatro puntos para cerrar, una quedó a medio centímetro de la yugular, otra seccionó el músculo dejando a la vista el hueso del codo. Sosteniendo el flexo con el que pretendía facilitar la labor, mi mamá se mareó. Cuando acabaron con él, Eco parecía una vaca Holstein, lleno de círculos blancos, contrastando con el pelaje más oscuro, donde lo habían rasurado para coserlo.

Mi mamá intentaba conciliar el sueño distrayéndose con un libro pero, cada vez que lo cerraba, las escenas se reproducían, una y otra vez, aumentadas ahora por la visión de los profundos huecos sanguinolentos en el cuerpo de Eco. Arrebujada en la cama lloró desconsoladamente entre fuertes toses provocadas por la irritación en la garganta, sintiendo en sus manos, rasgadas, hinchadas y amoratadas, el penetrante olor a sangre y miedo… pese a haberlas lavado muchas veces.

Entonces yo, para ayudarla, expresé, con mis movimientos de culebra epiléptica, mis lametones y mis frenéticos movimientos de cola, lo feliz que me sentí al ver que regresaba sana y salva y que, además, lo había logrado. Ayer repitió lo que una vez hizo conmigo:

Salvó la vida de un perro.

 

 

 

 

 

 

 

23 comentarios sobre “El lado oscuro

    1. Querida amiga,

      pese a sus agallas hipertróficas, mi mamá no se siente heróica precisamente, sino más bien como un trapo. Todavía recuerda la escena todo el tiempo y le duele el pecho de tanto gritar, pero estoy segura de que, cuando pasen los días, sonreirá pensando en Eco correteando de nuevo… ¡y deseando no verse en una similar en lo que le queda de vida!

      Muchas gracias por tus palabras, Bib.

      Eco, mi mamá y yo te enviamos un gran lamentón cada uno 😛 😛 😛

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  1. Ayy por Dios, terminé cansada y con la quijada apretada viviendo el momento…. eres una berraca para enfrentarte a esos perros a mano limpia, pero al final valió muchísimo la pena.

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    1. Hola Liliana,

      lo de «a mano limpia» lo recuerda mi mamá cada momento, ya que tiene cortes y morados que le duelen todo el tiempo… ¡menos para escribir! Muchas gracias por escribirla, todavía está un poco alicaída y afectada por lo que pasó y se emocionó mucho con tus palabras.

      ¡Un abrazo de su parte y yo te mando un gran lamentón! 😀 😛

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  2. Linda Milagros!!!! La Señorita Ms Battuta por segunda oportunidad salvo la vida de un perrito… Una heroina que después de esta historia merece muchos lametazos!!

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    1. Querida Presidenta,

      yo le doy muchos lametazos, le atrapo los pies con mis dos patas delanteras haciendo que tropiece, le pongo la cola y la barriga para que me rasque todo el tiempo… Hace efecto, pero todavía la descubro a veces con la mirada perdida rememorando lo que pasó. Seguiré, no obstante, con el tratamiento de amor canino, esperando que pronto sus ojos brillen de nuevo.

      ¡Un gran lametón y muchas gracias por tus palabras para mi mamá! 😀 😛

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  3. Linda, tu humana me gusta cada vez más con cada historia. Tuvo la sensibilidad justa para sacarte de la gasolinera conmovida por tu situación, el optimismo para convertirte en una genial compañera de viaje y no en una perita eutanasiada, y además ahora sabemos que tiene agallas para rescatar a Eco de una turba enfurecida. Juntas sois invencibles!! Gracias humana de Linda por salvar a un colega!!

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    1. Querido Tango,

      yo comparto todo lo que dices al 100%, pero mi mamá quedó algo achantada después de lo que pasó. Con tus palabras se sintió tan reconfortada como cuando me arruncho a su lado, la miro con mis ojos llenos de amor y le lamo las manos, que le quedaron llenas de cortes y moretones.

      ¡Muchas gracias por tu cariño y por el de tu mamá!

      ¿Y tú? ¿Cómo te va por el sur de España? ¿Paseas por la playa todos los días? ¿Mantienes contacto con Wilson? ¿Lograste que te pongan un chorrito de jerez en el concentrado?

      Mi mamá y yo les mandamos un lametón a cada uno de uds. 😛 😛

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    1. Hola Camilo,

      ¡gracias por escribirnos! Te cuento que Eco ya erguía la cabeza y había recuperado el brillo en los ojos amarillos la última vez que lo vi, aunque todavía no batía la cola. Si no se infectan sus heridas y no aparece alguna lesión interna… ¡en unas semanas estará de nuevo corriendo por el campo! 😀

      Un abrazo de mi mamá y un gran lametón en la nariz de mi parte 😛

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  4. Quede como Liliana… historia no acta para leer antes de mimir, pero si, para respirar profunda y largamente de tanta valentia y amor. Linndaa…. muchos lenguetazos a tu mamii. Besos y abrazos aunque me dejes pelitos en mi ropa. 🙂

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    1. Querida Mónica,

      te cuento que para mi mamá dormir no fue tan apacible en los días siguientes y que palabras tan bonitas como las tuyas le ayudaron mucho para digerirlo y volver a sonreír. Por eso te doy las gracias, igual que mi mamá, y te dejo un montón de pelitos amarillos en tu saco negro favorito, como recuerdo. Y, por supuesto, un gran lametón en la nariz 😛

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    1. Sí Aida, así en un vistazo aproximativo de las contrapartes nadie diría que lograría sacarlo de las fauces de siete bestias enfurecidas, pero es que tú no conoces a mi mamá cuando se pone brava… es la más bestia de todas 😉

      Eco estaba mejorando, mi mamá también ¡Ojalá pueda darles pronto buenas noticias de mi amigo!

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  5. Hola Linda… ¡que historia tan fuerte! Espero que tu mamá no esté muy magullada y se recupere pronto. También espero ansioso el relato de sus aventuras por el Amazonas.

    Oye, por ahí te escribí un mensaje privado a tu e-mail de contacto. ¿Si lo viste?

    Un abrazo lleno de pelos!!!

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    1. Hola César,

      ¡muchas gracias por escribirme! Sobre el Amazonas puedo adelantarte una cosa: sobreviví. Y parece que tú también… Ya pronto te cuento cómo lo logré 😉 😀

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  6. Querida Linda y sobre todo mamá de Linda,
    Las peleas de perros son experiencias muy traumáticas. Nosotros (humanos y perras) hemos sobrevivido a varias y acabamos tomando «Rescate» todos parejo 😦
    Lamento el desenlace triste, y sobre todo las heridas emocionales de tu mamá. Abrazo a ambas.

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    1. Sí querida Jimena, la verdad es que quedó algo traumatizada, ahora cada vez que ve un colmillo de perro al aire siente un escalofrío por la espalda y flojera en las piernas… Espero que se le pase, porque ella siempre iba muy tranquila en nuestros paseos y ahora tiene una nube encima de la cabeza. Pero… el tiempo lo cura todo: si yo fui capaz de volver a caminar, creo que ella también logrará sobreponerse.

      ¡Un abrazo grande y un lametón de nuestra parte para ti y para todas mis comadres! 😀 😛 😛 😛 😛 😛 😛

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  7. Pobre Eco. La verdad me imagino el susto de tu mamá, pero a la vez admiro su valentía. Mira que tirarse encima de una jauría….ufff mis respetos. Realmente, ahora el asunto es cómo sigue Eco y su familia espero que lo cuide.

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    1. Querida tortuguita,

      lamento decirte que Eco finalmente murió, fue un ataque demasiado brutal para su cuerpecito que se apagó nueve días más tarde. Mi amigo está ahora paseando con mi papá Steven, y son los crespos de ojos claros más bonitos del firmamento…

      Muchas gracias por escribir.

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