Viaja con tu bíped@

Una noche bajo las estrellas

Sogamoso en una ciudad particularmente vanguardista en la que los perros podemos entrar en todas partes, a diferencia de las bicicletas.

Tras un viaje de más de una hora por verdes parajes que no disfruté mucho -ya que mi mamá se empeña en que viaje echada en el piso, patinando de un extremo a otro del bus con cada curva, aunque el cobrador se enamore perdidamente de ella y se hiciera el de las gafas gordas si yo viajara a su lado, decorando la silla azul con pelos amarillos, si ella se lo pidiera- nos soltaron en «El Mirador del Lago».

O eso creíamos.

Frente a nuestros hocicos sólo había un sobrio edificio con una tiendita que nada tenía que ver con las fotos de internet.

Sin preocuparnos mucho por ello, pese a lo desolado del paraje, decidimos disfrutar al máximo del atardecer más bello de todos los tiempos con las patas hundidas en la arena de Playa Blanca.

Una vez el sol fue cayendo mi mamá llamó al lugar donde nos estaban esperando.

-Buenas tardes, se supone que estamos en el Mirador del Lago pero acá no vemos ningún hotel-.

-Pero ¿dónde las dejaron?-.

-En la playa de la laguna de Tota-.

-Nooooooo, ¡están mal!-.

-El busetero dijo que teníamos que bajarnos aquí-.

-¡Esos hijuepiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii estafadores! ¡Estamos a doce kilómetros! Ya no hay nada que hacer, tendrían que devolverse en otro bus que pasa en una hora y luego caminar dos kilómetros-.

-Pero ya es casi de noche, ¿no tiene una motico para venir a recoger a dos turistas descarriadas?-.

-No, nada que hacer, tienen que quedarse por allá-.

Mi mamá escaneó con su mirada de 360º el restaurante, que ya estaba cerrando, buscando una esquina en la que pudiéramos acostarnos para pasar la noche.

-¿Acá? Si acá no hay nada de nada-.

En ese momento las tres personas que componían el personal del local nos rodeaban con cara de circunstancias:

-Señora, el vigilante de la playa alquila carpas; debe estar por llegar…-.

Instantes después se sintió la moto.

De camino al lugar donde emergían las carpas el señor Carlos prometió a mi mamá que dejaría prendida la luz del restaurante toda la noche; que nos haría una hoguera para calentarnos y, por lo demás, asentía con mucho convencimiento cuando ella le recomendó conseguirle una linternita, ya que olvidó sus dos linternas nuevas, compradas para la ocasión, en casa de la mamá de Anabel, y le daba cierta impresión pasar toda una noche a solas conmigo en tan paradisíaco y oscuro lugar a partir de las seis de la tarde.

El señor Carlos, después de cobrar, desapareció con su moto por donde había venido y con toda seguridad sufrió el ataque de una horda de perros salvajes, que se comió hasta el último de sus huesos, por el camino, ya que no volvimos a verlo nunca más.

Las cobijas “térmicas” tenían manchas de moho y de entre ellas salieron pañuelos de papel, una botella de gaseosa y un encendedor.

-Al menos no salió un preservativo usado- comentó mi mamá a media voz. Entonces abrió las puertas de par en par dando paso a todos los zancudos de la laguna de Tota a nuestro nuevo hogar que, por lo demás, olía a compañero muerto.

Mi mamá estaba francamente feliz de que la acompañara y protegiera en la que prometía ser una de las peores noches de su vida… Una de tantas que se acumulan en los viajes y luego se recuerdan entre grandes risas una vez quedaron atrás.

Echándose encima toda la ropa de su morral, sacó una colchoneta y una gran cobija a ventilar sobre la carpa mientras que, con otra colchoneta y las loncheras de la señora Martha, que nos salvarían de morir por inanición durante la noche, nos dirigimos al borde del agua.

Mi mamá y yo, completamente solas, dando cuenta de nuestras viandas, escuchando el rumor de las olas…

Y el croar de las ranas.

El chapoteo de los sapos.

El piar de los patos.

El rebuzno de los asnos a miles de kilómetros de distancia.

Y mis desaforados ladridos acompañados de carreras, igualmente desaforadas, por la playa.

Una vez libraba a mi mamá de la amenaza, regresaba junto a su colchoneta y, cavando un buen hoyo a la altura de su cabeza, me arrunchaba a su lado para que calmara el castañeo de sus dientes calentándose las manos en el pliegue de mi barriga.

Frente a frente con la inmensa bóveda celeste cuajada de estrellas, gruesas lágrimas, de felicidad y tristeza, corrían por sus mejillas: porque esa misma mañana habíamos enviado mi libro a una súper editorial que lo había solicitado; por la lejanía, cada vez mayor, con mi papito; por ver a mis abuelitos en pocos días; por lo divertido que estaría mi papá Steven mirándonos en la playa desde el cielo; y por los finos granos de arena que le arrojaba a la cara cada vez que le golpeaba suavemente con mi garra para que me consintiera.

Cuando el castañeo alcanzó los decibeles de mis ladridos regresamos a la carpa.

Mi mamá intentó prender su computador para alumbrarnos pero la batería se fundió con el frío. A oscuras, hizo la cama con los enseres que había dejado fuera y que ahora se encontraban mojados y, con su optimismo habitual en este tipo de situaciones, tras colocar su morral como aislante y almohada en la parte de arriba y a mí como barrera contra el frío que se colaba por los agujeros de la puerta, a sus pies, se sumergió en la cueva conteniendo la respiración, de puro asco, dando gracias al cielo de que mi abuelita no nos acompañara en aquella ocasión.

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Continuará…

 

 

13 comentarios sobre “Una noche bajo las estrellas

  1. Lindura: esta aventura esta de miedo..y de tristeza.. Por tantos recuerdos de tu papito. Tu mamita es un ser muy lindo y especial.. Su ternura es inspiradora..la forma en que te ama.. Es de gran pureza..ojalá Lorenza y yo.algún día las conozcamos ..las queremos mucho..ojalá no les hayan picado los zancudos

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    1. Querida Mary, hacía tanto frío que los zancudos cayeron con las alas paralizadas hasta la salida del sol 🙂 Muchas gracias por escribir cosas tan lindas, estoy segura de que nos vamos a conocer algún día… ¡Seguramente no muy lejano! Y entonces mi mamá y yo las haremos caer al piso a punta de lametones 😛 😛

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  2. De eso se trata! de vivir toda clase de experiencias! yo quisiera vivir eso! espero poder hacerlo dentro de poco! me has ayudado tanto a abrir la mente y pensar que no todo puede ser trabajo!..

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    1. Querida Yandely,

      si quieres puedes decirle a mi mamá que te entrene para venir de viaje con nosotras 😀 ¡Viajar es muy chévere!

      Te mando un abrazo lleno de pelos amarillos en la ropa y un lametón de bienvenida a mis aventuras 😀 😛

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  3. Linda milagros! Esa playa es hermosa… Tan hermosa… Como fría! Afortunadamente estaban ahí la una para la otra… Las fotos están preciosas… Cada día que pasa aprendes a posar con más actitud de diva.. Tendrás que enseñarle a canela porque tengo muy pocas fotos nítidas con ella!😄 Un gran abrazo!

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    1. Querida Presidenta,

      entre mi mamá y Milena López me enseñaron todos los trucos 😉 «sentada», «espera», «muy bien, ya puede irse»… así transcurren nuestras sesiones, cuéntale a Canela para que vayan ensayando. En cuanto a ti, toca que te quedes muy quieta mientras te apunta el objetivo 😀

      Un gran lametón 😛

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  4. Hola Linda! He seguido toda tu historia atentamente y quisiera saber en que fecha estuviste en Sogamoso, ya que estuve trabajando allì entre Enero a Octubre del 2015. Quizás nos encontramos y no te salude jeje…un abrazo!!!

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    1. Querido Jorge,

      te cuento que pasé por allá la semana pasada, para coger el bus a la laguna de Tota, y luego otro momentito, de paso hacia Monguí así que… ¡imposible que llegáramos a olernos!

      En cualquier caso me alegro mucho de que me escribas y de que me sigas el rastro 😀 Te mando un gran lametón 😛

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  5. ¿Sogamoso? ¡Por Dios que frío! Menos mal eres un calentador natural, jejejejejejeje. No sales de una aventura para ir a la próxima, como vivís de maluco, ehhhhh.

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  6. definitivamente tus aventuras me llenan de esperanzas! no por las dificultades, sino por la actitud tuya y de tu mami ante la adversidad!!

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