Una historia de amor

Salvamento canino en Cullera II

Bona tarda.

Mi mamá, que es políglota, aprovecha sus dotes para causar la mejor impresión a los policías valencianos que la miran fijamente en la estación de Cullera. Ella es consciente de que la primera impresión puede hacer la diferencia entre un “¿Usted se cree que la policía está para estas cosas?” o un “Nosotros la seguimos y vemos de quién es el perro, en qué situación se encuentra y decidimos cómo proceder”.

Esto último fue exactamente lo que pasó.

Mi mamá se subió al carro de mi abuelito dando saltos de contento. Seguidos por el carro de policía, ambos tenían, sin embargo, miedo escénico: Mi abuelito manejaba prestando mucha atención a poner la direccional en cada cruce. Mi mamá, por su parte, no sabía exactamente dónde estaba el perro. Entre sus competencias de líder de la manada no se encuentra, como sabes, la ubicación espacial. Tampoco podía llamar a mi abuelita para preguntarle. Como ya te ladré ayer, solo hay un celular operativo en nuestra casa.

Por eso tuvimos que pasar primero por nuestro naranjal a buscarla.

Yo, mi mamá, mis abuelitos y tres policías de uniforme oscuro y chaleco antibalas en pleno verano español bajamos de los carros, con las patas ligeramente separadas, como los sheriff de las películas del oeste. Husmeamos el aire caliente, buscando detectar el rastro del perro más buscado de Cullera en esos momentos.

Frente al punto en el que, se supone, que nunca había nadie, preciso esta vez había una camioneta parqueada. El conductor miraba, oculto tras sus gafas oscuras, la extraña reunión que tenía lugar frente a su campo de naranjas. Dos compañeros caninos defendían el terreno como dos auténticas fieras. Exactamente igual que yo.

Sin cadena.

Unas cuantas miradas interrogativas surcaron el aire en dirección a mi mamá.

-Era acá, pero ahora no está-, balbuceaba mi abuelita.

Mi mamá insistía en que ese no era el punto, sino unos cuantos campos más allá. Uno de los policías y yo la acompañamos gentilmente hasta que ella, bastante muerta de la vergüenza, reconoció:

-Pues sí, acá no hay nada, debía ser entonces donde dice mi mamá.

El policía, muy sonriente, y haciendo ver que no se daba cuenta del color escarlata de su cara, le ladró: «No te preocupes. Mi nombre es Vicente. Te dejo el teléfono directo de la estación. Si encuentras al perro o ves cualquier otro en apuros por la zona, no dudes en llamar».

Mi mamá se alegró tanto que los invitó a pasar por nuestra guarida para darles un regalo. «Ya es hora de que aprendas de quién nos tienes que defender, Linda», decía mi abuelito, algo abochornado porque intenté morderle la cola y las esposas que les colgaban del cinturón a los señores policías. Lo tengo perfectamente claro: de cualquier intruso, con placa o no, que ponga las patas en nuestro terreno.

Ahora, el vecino sabe que, si maltrata a sus perros, tendrá que vérselas con la policía de la zona. Mis abuelitos ya tienen a quién llamar si tienen algún problema. Y, en la estación, hay un nuevo implemento que destaca entre las carpetas y las denuncias por tener más colorido y esperanza que de costumbre: un ejemplar de La vida es Linda.

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“Para mis queridos amigos Vicente y el resto de Policías de Cullera, con todo mi cariño perruno. Muchas gracias por su interés en mi compañero cuadrúpedo.

Linda”.

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6 comentarios sobre “Salvamento canino en Cullera II

  1. Bueno, pues terminó relativamente bien. Debe ser que los suelta solo a ratos. Menos mal ya tus abuelitos tienen los datos de los policías y así actuar más rápidamente. un abrazo y que sigas teniendo un verano «amazing».

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    1. Querida Lina,

      el caso es que el perrito amarrado era una mezcla de beagle que no se parecía ni en el color de las almohadillas a los otros dos, puros criollos, como yo. Y el cubículo donde lo vimos con mi abuelita por última vez estaba vacío. Lo bueno es que los señores ahora saben que Linda Guacharaca les pisa los talones… Esperemos que no vuelva a ocurrir…

      ¡Muchos lametones!

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  2. Seria el perrito fantasma 😨…Lo mejor de este relato es la atención de los policías al caso y que ahora tienen el libro de Linda, seguro serán sus nuevos fans😆😉

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    1. Sí, hasta hoy mi mamá, allá en Jordania, se rasca la cabeza sin entender. Pero no hay error, el lugar era el mismo y el perro no estaba. Quizás ya se murió y, por suerte, no lo sustituyeron… Y los policías ¡unos bacanes! 😀

      Muchos lametones a toda la familia

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