Una historia de amor

¿La «crisis de los cuarenta»?

¿Tuviste alguna vez una crisis vital?

Yo tuve una tan grande durante los primeros meses que siguieron a mi atropello -fracurada, muerta de sed y de hambre y aguantándome a todos los perros de la bomba deseando hacerme madre cuando tuve mi primer celo-, que casi no la cuento. Ahorita mis crisis vitales se producen en los momentos en que me enfrento con un/a veterinario/a, cuando me dan concentrado y en los intentos de secuestro, continuos, que sufro… sobre todo desde que me volví famosa.

Para todas ellas cuento con estrategias maduradas a lo largo de los años, como el buen vino, y cuya efectividad, sin embargo, no se encuentra demostrada científicamente ante notario, sobre todo en el caso de la consulta médica: me esconda bajo el escritorio, entre las matas de la entrada o me camufle entre los vendedores de esquina, siempre acabo sobre la camilla, con una inyección, un análisis o incluso con la barriga rasurada hasta la primera fila de tetillas con objeto de llegar con “ingles brasileñas” al Amazonas, donde con seguridad seré la perra-garota más sexy de Tabatinga.

Al menos la sobredosis de consultorio dio sus frutos; los expertos determinaron:

1) que, pese a los riesgos, es preferible que mi tumbao me acompañe hasta el fin del mundo -y hasta el fin de mis días- antes que someterme a una operación de muy difícil recuperación. 2) Que mi incontinencia se debe a compresión medular, que irá empeorando con los años, y para la que no hay remedio, salvo una operación absolutamente contraindicada, drogas y pañales. 3) Que mis riñones reaccionaron como se esperaba al tratamiento, de manera que ya no tengo que tomar diuréticos; y 4) que la ecografía de bazo inflamado a causa de la erliquia arrojó que puedo continuar sin extirparlo un tiempo más.

Es decir, ahora “solo” tengo que seguir haciendo ejercicio como hasta ahora –si bien se desaconseja correr junto a su bicicleta-, y tomar once pepas diarias. Y eso que mi mamá desistió de darme la que controla la incontinencia: antibiótico para la erliquia, medicamentos homeopáticos variados para el dolor y para retrasar los problemas de movilidad, y tiamina para evitar picadas de zancudos amazónicos.

Ello se traducen en tres combates de sumo mañana, tarde y noche, cada uno de ellos con varios asaltos (ya que escupo cada una varias veces después de hacerme la muerta durante varios minutos). Además está el reto de que ingiera mi concentrado medicado. Como la calle está llena de sabrosos huesitos, me los trago a sus espaldas con objeto de sobrevivir mientras gano esta guerra de desgaste aplicando la estrategia mundialmente conocida como “huelga de hambre”: Estefanía recomendó darme el antibiótico “con el estómago bien lleno, porque es muy fuerte”, por lo que finalmente acaba echando mano del jamón.

Sin embargo, no soy la única que atraviesa una etapa difícil. Los humanos también sufren de crisis profundas y tampoco siempre son capaces de desarrollar estrategias infalibles para superarlas. Por ejemplo, desde que abandonáramos nuestro último hogar y debido a algunos errores de cálculo, mi mamá, sus maletas y yo, vivimos en cuatro casas diferentes, y cambiamos constantemente entre ellas, sin acabar de aterrizar en ninguna. También por un error de cálculo, y después de plantearse regalarlos o dejarlos en la calle para que siguieran su camino con otra familia, acabó trasteando un par de veces más, por toda la ciudad, los pocos muebles que tienen para ella valor sentimental, que son los que compró junto con mi papá Steven. El tema de mi libro, aunque va bien, y tenemos varios contactos, se mueve mucho más lento de lo que mi mamá-rabo de lagartija esperaba. Además, la super-sorpresa que les teníamos preparada para este 24 de diciembre -día en que, además de celebrar el nacimiento de Jesús, ella se convertirá en una maravillosa cuarentañera (aunque en estos momentos no se sienta tan maravillosa)-, también tiene tal retraso debido a causas ajenas a su control y voluntad que casi está tentada de tirar la toalla.

A ello se suma la consabida crisis navideña de si nos quedamos en Colombia con su trabajo y mis proyectos, nos volvemos a su tierra con la gente que extraña, o nos vamos a recorrer el ancho mundo igual que Don Quijote y “Sancho Panza Depilada” -junto con otras decisiones de carácter más o menos trascendental que debe tomar-. Por eso, cuando le pido, con mirada suplicante, que se siente donde pueda, en el hogar de paso de turno, para dictarle mis últimas aventuras, pone tal cara de desánimo que no insisto y me limito a expresarle con la mirada que, al igual que la visita al veterinario, esto también pasará.

Es por la «crisis de los cuarenta» de mi mamá que no sabes nada de mí desde hace taaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaantos días.

Y es por eso que, el primer día que pasamos en la nueva casa de Lucrecia, me volé de la pareja con la que había convivido muchos, muchos meses, y me fui corriendo a buscarla cuando me llevaron al parque a pasear…

Siento haberlas dejado al borde del infarto de miocardio cuando escucharon el terrorífico grito de mi mamá desde la ventana -cuyo sexto sentido la llevó a asomarse en el momento en que me disponía, con la lengua fuera y batiendo la cola, a cruzar la calle frente al edificio- pero, con la pata en el corazón, te pido que me respondas lo más sinceramente posible:

Si vieras a tu mamá nerviosa, inestable, cargada de maletas cada dos días, botando su celular y olvidándose el computador que contenía todos sus documentos y mis fotos y videos desde el principio de esta historia en un taxi…

¿¿¿de verdad te hubieras ido a pasear tan fresc@???

7 comentarios sobre “¿La «crisis de los cuarenta»?

  1. Linda, linda. Como dices… Así como las idas al veterinario, cada episodio de la vida pasa….. A veces esperar y no apresurarnos a tomar decisiones, puede acercarnos a respuestas certeras. Sé que tus ojos de amor, dan calma a tu mamá!

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  2. Linda wachi wachi, ya mi mami humana te estaba echando de menos, y lee tus historias y ríe, llora, las lee otras vez y así se las sabe casi de memoria, le encanta leer tus aventuras y me dice q esta mu contenta que hayas mejorado en tu salud, y también te manda a decir q cuando vengas a Cartagena de Indias, le digas q nosotras las queremos conocer, besos y feliz navidad ,………… Oye linda en cierto han querido secuestrarte? Tendrás que aprender artes perrumarciales.

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    1. Querida Loly,

      intentaron secuestrarme en varias ocasiones… La primera vez fue mi paseador de perros, luego los sucesivos amigos a los que mi mamá les entregó mi correa y me alejaban de la casa. Yo creo que es porque todo el que me ve se antoja de tener un perro tan chevere como yo.

      Por suerte siempre logré escapar de mis captores, como en esta última ocasión que les cuento.

      ¿Sabes que ya estuve una vez en Cartagena? Allá me tocó darme un baño garrapaticida en el barrio de Manga, es mi recuerdo más vivo, así que es una idea excelente visitarlas y así tener otros recuerdos que acompañen aquella visita a la veterinaria 😀 😉

      Un abrazo grande de mi mamá y un gran lametón a cada una en el hocico 😛 😛

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  3. Primero que todo: Dino y yo les deseamos ¡Feliz año! Que sigan las aventuras de ti y tu mami. En segundo lugar, los 40 son solo una edad, dile a tu mami que tranqui. Ella ha hecho muchas cosas que todos quisieramos hacer. Entiendo que esta en una encrucijada y debe de tomar muchas decisiones, pero que lo tome con calma. Que se siente tranquila y se pregunte a donde quiere ir su corazón y así tendrá mas claro el panorama. Muchas veces echamos mucha mente a las cosas. Dile que soy una persona que tiene fé que ella donde vaya le va a ir bien, más con tu compañia.
    Yo debo admitir que ya pronto llegaré a la mitad de los 30, pero me siento de menos. Me azaro a veces porque siento que queiro hacer muchas cosas y aún no puedo, pero un paso a la vez. Estoy tratando de preparar el camino.

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    1. Hola Isa,

      yo tengo más o menos cuatro años, nadie sabe con exactitud, y he tenido una vida más dura que uds. dos juntas… ¡e incluso toda su familia! Sin embargo yo sigo mi instinto y ¿sabes? es la mejor brújula. Bueno, a veces ladro a la gente sospechosa y mi mamá me regaña, pero en general funciona bien. Eso intento mostrarle siempre a mi mamá pero ¡no siempre se deja! Y eso es lo que te deseo para este 2016, mucho instinto y muchas revolcadas en popó de mula, también para Dino 😀 😛 😛

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