Viaja con tu bíped@

Yo, capitana

A la vista de que en Bogotá con mi papá, mis paseos, sus estudiantes, y Facebook, no se concentra, mi mamá decide, tras meses de procastinación, fugarse a una finca remota para, por fin, encontrar la musa que se le escondió entre el humo de los carros y el trancón desde que regresáramos a nuestra ciudad adoptiva, y finalizar su libro sobre el viaje que hizo en solitario por Asia con mi hermana, Milady.

Para quien no lo sepa Milady es su bicicleta.

Los dos buseteros que la ven aparecer en el esquina de la 72 con 13 le dedican una amplia sonrisa ofreciéndole todos sus destinos… Hasta que la ponen en relación con ese cuadrúpedo con pañoleta que camina, torcido y sin correa, delante de ella.

-No, no, no mamita, con ese perro ni modo…- afirma tajante quien parece llevar la voz cantante.

-¿Ni en el baúl? Si no me dejan llevarla arriba siempre me dejan en el baúl…-.

-No señora, ni modo-, responde sacudiendo vigorosamente la cabeza. La policía, el guacal, el comparendo, etc. etc.

Mi mamá, que ya se conoce la historia y, sobre todo, tiene tal conocimiento de sus congéneres que sabe perfectamente cuándo habla con un muro con bigote, se aproxima a la ventanilla para dirigirse directamente al conductor.

-Vecino ¿me llevas, porfa, con la perrita?-.

El jefe se acoda, igualmente, en la ventanilla encomiándole a salir ya.

-¿Qué tamaño tiene?-, se interesa el interpelado, asomándose.

-¡Salga de una vez!- exige, el primero visiblemente enfadado.

Sufriendo un ligero sobresalto –ya que no soy, precisamente, una perra de bolsillo- mi mamá se anticipa a la visión diciendo: es mediana, y es muy comportada, le aseguro que ella no se va a mover hasta la hora de bajarnos.

Entre mi cara, al borde del andén, de “llevo haciendo esto toda la vida ¿no se nota?”, y su fehaciencia, el señor no puede resistirse por lo que, de un salto con el bus ya casi en marcha, enfilamos rumbo a Guasca.

Allí compramos todo lo que necesitamos para pasar varios días en un lugar donde no hay más que boñigas de vaca sobre las que revolcarse, pasto, y una espectacular vista del valle junto con la laguna de Tominé en kilómetros a la redonda: carne y copos de avena para mí, fruta para mi mamá, y su tercer celular de los últimos cuatro meses cuya tarjeta, en contra de lo que dice la vendedora, se encuentra dentro del teléfono sin saldo, por lo que sigue igualmente incomunicada.

A nuestra llegada descubrimos la manada más grande que haya visto en mi corta y ajetreada vida: amigos de todos los tamaños y colores se dirigen, introduciendo la cabeza por la ventana para olernos, al carrito que nos lleva hasta donde acaba la carretera destapada, nuestro destino final: la Hacienda Betania.

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Poco a poco me aventuro a salir –si ellos hubieran sido tan protectores de su hogar como yo lo soy del mío, se hubieran producido varios muertos en ese momento-. Algunos me observan de lejos, otros me rodean, muchos me ladran, fundamentalmente para incitarme a jugar… La señora de la casa había dicho que era muy bienvenida, pero nunca imaginé que tanto: veintiséis criollos recogidos, igual que yo, del espacio público, habitan en este refugio, sin vallas ni puertas, en lo alto de la montaña.

Mi mamá, «la escritora», es alojada en una hermosa habitación con baño privado, balcón, y dos mullidas alfombras a los lados de su cama de las que tomo posesión de inmediato.

Milagros, otra superviviente con acceso al interior de la casa.
Milagros, otra superviviente con acceso al interior de la casa.

Pese a que todo apunta a que hallaremos, por fin, la tranquilidad que tanto estaba buscando, mi mamá atrae los eventos surrealistas como los traseros a los perros. En el momento en que, feliz de poder dar rienda suelta a su sueño, acaba de ordenar nuestras cosas y se inclina, jugando, sobre mí, se oye un fuerte chasquido: de una certera patada hace saltar en pedazos su transformador de corriente europeo.

Le quedan dos horas de batería para seis días de estancia.

Cuando su computador exhala el último amperio, Berta, la dueña de la casa, de la que, a estas alturas, ya se hizo amiga, le presta el suyo personal, junto a su alcoba. Allí pasa horas ensamblando historias y saliendo, cuando se cansa, a pasear con un sinnúmero de amigos. Todos le saltamos encima cuando le vemos aparecer y la seguimos felices de que nos lleve a explorar el bosque, las charcas, y los prados aledaños.

Los primeros días la esperaba sobre mis mullidas alfombrillas, cosechando comentarios de admiración acerca de mi juicio y mi educación. Sin embargo, a medida que el libro avanza y el trabajo se intensifica, opta por dejarme fuera con el resto para que me entretenga sola.

Al principio esperaba a que saliera delante de la puerta, igual que hago en el supermercado. Cuando ya entendí que iba a pasar así muchas horas comencé a hacerlo tomando el sol a pocos metros hasta que, cada vez más confiada, acabé sacando a relucir mi naturaleza de líder y protectora del hogar, comandando las hordas a ladrido limpio, ante cualquier movimiento sospechoso, en intervalos de aproximadamente quince minutos. Con ello consigo acabar con su paciencia, y no sabe si reír o hacerme entrar, intentando concentrarse en su atalaya. Y hasta acabé ganándome una condecoración por parte de Berta, que llegó a nombrarme capitana: “la capitana de los canchosos de Betania”.

Epílogo

Además de venir a visitarnos y llevarnos a dar un paseo por Guatavita y la laguna de Tominé el sábado, mi papá, que ya no puede vivir sin olor a perro en su carro, vino a buscarnos al salir de su trabajo desde Bogotá.

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Mientras mi mamá, con el equipaje ya en la puerta, ultimaba los últimos retoques de su manuscrito, yo, sola en el cuarto, aprovechaba para hacer asimismo realidad mi fantasía desde que llegáramos: subirme su cama de princesa de 2×2 metros.

En ese momento llega Berta a comprobar que todo hubiera quedado bien, quien se sorprende al no verme en la alfombrilla, como siempre.

-Yamila, tu perra se orinó en el cubrelechos-.

Mi mamá, pensando que no entendía bien, o que se equivocó de palabra, se aproxima riendo y exclamando:

-Pero Berta, eso es imposible, si Linda no se sube a las camas…-.

Entonces me descubre prácticamente en tinieblas, rodeada de círculos oscuros (recuerden que los nervios acentúan mi incontinencia), cual elegante esfinge en mitad del colchón.

-¡¡¡Abajo!!!- me ordena, hecha una furia (en su descargo diré que le molesta no ser fiel a su palabra y que mi conducta ejemplar, ahora puesta en entredicho, es nuestro pasaporte a todos los hoteles a lo largo y ancho del país).

Cogiéndome de la pañoleta me conduce al piso de abajo donde me encierra en el cuarto de baño: un castigo harto intimidante para alguien  todavía no recibió el primer golpe de su parte.

Entonces Berta la llama desde su alcoba para que vaya a ver las noticias del terremoto que se sintió en Bogotá.

En lugar de segundos, esta vez se demora dos minutos en bajar. Entretanto uno de los trabajadores abre la puerta, lo que aprovecho para escabullirme bajo el mantel, sin hacer acto de presencia hasta que me descubren hecha un ovillo bajo la mesa del comedor.

Compungida, y tras ver cómo le deja dinero para que lleve el cubrelechos a la lavandería, me arrastro hasta ella y le lamo las manos pidiendo perdón.

Hoy todavía estoy sentida por el grito que me dió, por lo que paso el día en el cuarto de nuestra compañera de apartamento con el hocico por el piso y una cara de pobre de mí que conmueve a las piedras; pero aun así soy capaz de verle el lado bueno a las cosas: Berta no sólo no nos guarda ningún rencor sino que nos escribió diciendo que la casa está muy vacía sin mis ladridos y que nos espera de regreso pronto.

Y, si mi mamá ya terminó su libro, eso significa que…

… ¡Dentro de poco podré dictarle el mío!

 

3 comentarios sobre “Yo, capitana

  1. ¡Hola!
    Muchas felicidades Linda, ahora serás hija de escritora jajajaja y muchas felicidades a tu mami, la verdad hacer un libro es de mucho trabajo.
    De paso aprovecho para decirte un nuevo lugar al que pueden ir las dos: Mira que el festivo pasado estuve en Salento y el Valle del Cocora, un lugar que a vos y a tu mami te encantaría y que podrías recorrer sin problema. No necesitas de mucho presupuesto y lo mejor es hermoso ^_^ http://www.apasosdetortuga.blogspot.com
    De hecho en el blog de viajes publiqué mi salida por si quisieras conocer un poco más. Un apapacho y saludes a tu mami.
    Pd. Tenía una confusión, pensé que Battuta era el nombre de tu hermana pero shhhhhhhhhhhhhhh no le digas a tu mami 😉

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